martes, 25 de agosto de 2015

Sociedad de Masas y Violencia en el Deporte

           El deporte regularizado por la elite se transforma de violento y peligrosos pasatiempos a reglamentados y codificados deportes. Dando paso a un nuevo concepto, la sociedades de masas , en donde se pierde la identidad del individuo elaborándose un mismo perfil para todos los integrantes del grupo. Este hecho , apoya la disminución de diferencias sociales posibilitando una de las primeras relaciones en donde se ve involucrado tanto el campesino como el Señor. Esta relación entre la clase popular y la elite podría pensarse como una dominación de tipo represiva , pero por el contrario los efectos inducidos y buscados tienen fines benéficos para sus ejecutantes, como maximizar sus fuerzas y proliferar los placeres del cuerpo.


            Los integrantes de estas sociedades de masas al adoptar características similares también buscan un mismo goce o placer al realizar estas actividades de catarsis, ya sea como practica o espectáculo, es decir, disfrutan tanto los protagonistas como los espectadores en cada evento deportivo. Este nuevo elemento, el espectador, pasa a ser parte de estas sociedades potenciando todos los medios de comunicación que le entregan información sobre la actividad en sí, como lo son los periódicos y la televisión, los que transforman el deporte de algo local y quizás aislado a algo mas elaborado y masivo. Esta masificación busca siempre la mayor perfección de los movimientos y eficacia en los rendimientos , a través de la especialización, la cual da paso a personas mas idóneas en la dirección de los equipos, es el caso del entrenador y los patrocinadores , quienes pasan a regularizar y controlar a los deportistas involucrados.
            Es así como en  estas nuevas sociedades de masas se establecen nuevos elementos  normas aceptadas por todos, que determinan nuevos tipos de comunicación entre las distintas relaciones que surgen por la creación del deporte controlado.

           De esta forma nos podemos encontrar con unos deportistas que no vienen de una elite, pero que gracias al deporte logran surgir y subir en su status; pues son enaltecidos por su seguidores e incluso una nación. Ya que en cada acto deportivo el representa, sin siquiera quererlo, a sus compatriotas los que lo elevan a una categoría superior.

LA VIOLENCIA EN EL DEPORTE COMO HECHO SOCIAL


        El estudio de la violencia es ya, en la sociología del deporte, un capítulo obligado. Y ello a pesar de que, en el acerbo sociológico, la violencia no constituye un tema de mucho peso. Incluso la sociología del conflicto suele detener sus pasos en el punto en que la violencia se desata. La gran atención que la psicología ha prestado al fenómeno de la agresión interpersonal, así como la excesiva atención prestada por la biología, concretamente por la etología, probablemente hayan contribuido a cierto alejamiento de los sociológos, por temor de caer en interpretaciones sociobiologistas que cargan excesivamente el peso de las influencias de la naturaleza, es decir genéticas, como desencadenantes. De hecho la gran discusión entre quienes consideran que los hechos humanos son influenciados básicamente por el ambiente, es decir por la sociedad (creencia que está en la base de la sociología), y quienes los atribuyen a factores biológicos, sigue todavía en pie. A finales de 1994 se ha levantado una gran polémica en la comunidad científica anglosajona, al publicarse algunos trabajos de genetistas que afirmaban haber aislado el gen de la violencia, casi como si se tratase de un virus curable. El problema, se ha advertido desde la sociología, es que casualmente esos genes violentos aparecen siempre en grupos socialmente marginados, con lo que cuestión sigue sin resolverse. Es un círculo vicioso, en el que unos apuestan por el huevo y otros por la gallina.
         Para los ambientalistas la cuestión está clara. Con independencia de que la violencia esté o no en los genes, se observa empíricamente que en aquellos sectores beneficiados por el bienestar económico y social las tendencias violentas tienden a reducirse. Sin embargo, es también la experiencia la que nos muestra que esos mismos grupos beneficiados por el bienestar pueden desencadenar en un momento dado fenómenos de violencia desmesurada, como se comprueba siempre que se implantan dictaduras (los casos de Chile y Argentina han sido ejemplos de la ferocidad que los grupos supuestamente civilizados pueden mostrar en un momento dado). Tal vez podrían explicarse tales procesos en términos de activación de algún temor ancestral a la pérdida del bienestar y los privilegios. Quizás en esos momentos el gen de la violencia, desactivado por la civilización, se active de nuevo.
         Pero lo cierto es que la cuestión no está cerrada todavía. Sólo una más estrecha colaboración entre la biología, la psicología y la sociología podrán dar respuesta algún día a este dilema, y aislar definitivamente ese virus, si es que existe como tal enfermedad. Ashley Montagu, que dedicó muchos años a esta cuestión, propuso que "la naturaleza humana es buena. Lo malo es la educación humana. Tenemos que adaptar ésta a las exigencias de aquélla, y desengañar a la humanidad del mito de la maldad innata del género humano" (MONTAGU,1993:125). Es probable que Montagu tenga razón, pero entretanto los sociólogos debemos ocuparnos de aquellos fenómenos actuales, todavía no resueltos por la educación, que constituyen un problema social. Y la violencia en el deporte parece que constituye claramente, ahora mismo, un problema social.
         Sin embargo, si observamos la evolución moderna de los deportes, vemos que todos ellos responden al esquema del proceso civilizador de Norbert Elías. Eric Dunning ha seguido el proceso de desarrollo de varios deportes, y ha comprobado cómo la violencia se viene reduciendo sistemáticamente. El propio desarrollo de los deportes es, casi, un proceso de acotamiento, control y reducción planificada de los comportamientos violentos y agresivos, que hoy se consideran de hecho como sinónimos de comportamiento antideportivo.


        ¿Por qué razón, entonces, nos preocupa tanto hoy el fenómeno de la violencia?. En primer lugar, desde luego, porque la ola de violencia en torno al deporte provoca daños personales, materiales y morales que son evidentes. Pero especialmente porque, a causa de ese mismo proceso civilizatorio, nuestro umbral de tolerancia hacia la violencia ha descendido, y aunque tanto en términos absolutos como relativos la violencia sea menos intensa que en otras épocas, nuestra sensibilidad es más elevada que antes. Y también por las propias características de la sociedad de masas, ya que los deportes de masas suponen una concentración de los hechos violentos, dando mayor espectacularidad a los mismos, y el propio funcionamiento de los medios de comunicación de masas, al darles una gran resonancia, los amplifica. Veamos ahora qué entendemos por comportamientos violentos, y qué tipos de violencia nos interesa analizar.


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